El mundo entero es una gilipollez constante y todos sus habitantes, gilipollas. Vivimos en algo absurdo, ilógico, donde la insensatez se convierte en el modo de conseguir el éxito, y la ignorancia de conseguir la felicidad. Así somos los únicos que nos equivocamos una y otra vez, y sin aprender de nuestros errores, nos volvemos a equivocar a veces conscientemente incluso. No existe ningún karma, el bien y el mal, las religiones son solo una forma de autoconvencernos que este absurdo e ilógico desorden, el caos, tiene algún fin, algún sentido. Las cosas símplemente pasan. Es triste, pero es cierto. Y nosotros, crédulos imbéciles, pensamos siempre que todo irá bien, que lo que por un lado se nos quita, por otro se nos devolverá. Sufrimos, amamos, sentimos, vivimos, crecemos... ¿para qué? Para acabar siendo un tarro de cenizas en un estante en la sala de estar. Es, por tanto, estúpido intentar huir inútilmente de la estupidez, siempre absurda e ilógica, en la que estamos inmersos. Simplemente vive el momento, sé un gilipollas, vive como un gilipollas, diviértete como un gilipollas y muere gilipollas.

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